Volar de Mí

El lugar en el que las cosas cambian y los sueños son más reales. Una niña en bicicleta que deja fluir su imaginación, que salta, vuela, corre y siente. Una vida contada desde dos ruedas.

Por: Nathaly Agudelo Gaviria

¡Mamá, no quiero pedales! En serio mamá, quiero ser grande, quiero salir a ganarme el mundo con mucha velocidad y locura.

-Claro que no, diría mamá, lo diría desde ahora hasta que tengas 90 años, quizás más.

¿Cuántos años tienes? ¿Puedes andar sin pedales? Sí puedes, o si lo quieres intentar, vamos juntos.

Soy la flaca, tengo unos cuantos años, me gusta jugar, cantar y bailar, pero hasta hace poco no sabía montar en bicicleta, entonces me animé, pero no quería las rueditas pequeñitas. Quería ser grande, muy grande y salir a donde yo quisiera, como súper mujer, no como una niña y entonces, mamá no me dejó, dijo que tenía que intentarlo un poco más, hasta que no cayera, hasta que no sangrara, hasta que no tambaleara. Quise aceptar pero refunfuñé, igual, debí aceptar; así que seguí, con esa condición de mamá.

Empecé cantando un poco, era feliz aunque chocara contra el piso muchas veces, unas 20, 40 ó 60 de pronto, pero cuando fueron 61, me enojé, me enojé mucho, tuve un nivel de frustración muy grande, no entendía y la dejé ¡no más bici! La abandoné.

Claro, sufrí dos días después de eso, pero cuando vi a los demás niños salir en sus bicis de colores, salí de nuevo, pero esta vez desobedecí a mamá, y le quité una ruedita, me entretuve tanto mientras veía el cielo, los árboles y los animales que terminé en un lugar desconocido, y tuve miedo, no sabía dónde estaba, ya no sabía cómo devolverme, entonces ví a lo lejos que una sombra se movía, una sombra gigante y peluda ¡Ay mamita! Yo sólo temblaba, miré hacia los lados, pero no encontré ninguna salida ¡eso es un monstruo! Dije y cerré los ojitos.

Cuando los abrí, el monstruo me llevaba en su mano, caminaba lento y fuerte, veía todo desde lo alto, era increíble, todo volaba a mi alrededor, me sentía fantástica, mi felicidad no tenía límite, me dijo que tenía que cuidar mi cuerpo y mi alma, que ese era su territorio pero que si yo no sabía actuar, no podría disfrutar de todo.

Decidí quitarle la segunda ruedita a mi bici. Me sentía poderosa, única y avancé, fue muy difícil al inicio, habían sitios tenebrosos, otros coloridos, algunos vacíos y otros llenos de emociones, pero, necesitaba un mapa, yo no tenía la sabiduría para hallar lo indicado, así que, paré, me senté y cuando todo quedó en silencio empecé a observar lo que me rodeaba y encontré un huequito, miré ¡quedé tan sorprendida! Mamá siempre me dijo que los ancianos son sabios, y yo veía dos señores con sombrero gigante que me llamaban, pensé que podían ayudarme, así que les hablé. Estaba perdido y ellos parecían tan buenos, que seguro, me mostrarían el camino correcto.

Luego de una hora los tíos magos me indicaron por dónde seguir, pero me dijeron que tenía que pasar muchos obstáculos para lograr llegar al lugar que yo quería, acepté y continué.

Poco a poco me doy cuenta que mi bici cambia de color, no entiendo, realmente no entiendo, pero me gusta. Los tíos me dijeron que habían algunos puntos de este territorio en los que quienes lo habitaban podían hacerme daño, hasta podían robar mi bicicleta, pero no dejaré que eso pase, soy muy valiente; debo llegar a una estatua llamada “sansón” pero solo debo hablarle si deseo algo con mucha fuerza.

Después de días, con calor, frío, sed, hambre y mucho sueño, creo que me estoy rindiendo, no fui tan valiente después de todo, estoy realmente decepcionada de mí; me bajé de la bici y me recosté un rato, cerré los ojos y soñé. Soñé que, empezaba a volar por las nubes mientras pedaleaba en mi bici tan azul como el cielo, reía, cantaba, gritaba, y dos segundos después caí, el vacío me dio escalofrío y el golpe me despertó, estaba junto a la estatua que los tíos me habían dicho y sin decir una sola palabra me concedió el mejor deseo, llegar a donde quería.

Ya dominaba mi bicicleta, ya no chocaba, no sangraba y no tambaleaba, no necesitaba rueditas, pero extrañaba la voz de mamá, y aunque tampoco les conté mi deseo, la estatua lo descubrió.

Monté y monté durante horas, sudaba, estaba cansada, mi cuerpo no daba más ¿no era más sencillo dejarme justo donde quería? No solo mostrarme el camino, siento que no voy a llegar.

Levante mi cabeza y aunque nadie me contó de ella, supe que era una reina cuando la vi, era resplandeciente, era hermosa, su vestido era rosa y sus ojos brillaban, yo no quería mirar nada más, no sabía cómo hablarle y escuché su dulce voz que solamente me dijo:

-Siempre que tu corazón lo sienta y siempre que tu mente lo decida, estarás justo donde sueñas. Cierra tus ojos, solo escucha la voz que te dará la razón correcta.

-Hija, hazlo de nuevo.

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